martes, 11 de octubre de 2016

El Vampiro de Flores


Esta historia, que aún recuerdan con horror algunos vecinos del Barrio de Flores, sucedió a fines de la década del 70, cuando llegó a Buenos Aires el Circo de los Zares, uno de los circos soviéticos más importantes aunque no tan magnifico como el Circo de Moscú. Como buen circo ruso, traía consigo enanos, payasos y equilibristas. Entre ellos, Kirki, un ágil enano originario de la zona de los Montes Cárpatos, hogar del Vampiro humano Vlad Tepes, “El Empalador”, que Bram Stoker inmortalizó en su novela “Drácula”.

La carpa se instaló en el predio que ocupara el viejo Gasómetro de Avenida La Plata. Una vez empezadas las funciones, algunos animales empezaron a morir en circunstancias misteriosas. El encargado del circo, Boris Loff, concluyó que morían de noche y quedaban sin gota de sangre, por lo que ordenó vigilancia a cargo del Hombre Bala y a la Mujer Barbuda para encontrar al terrible animal que estaba causando tales desgracias.


Una noche, siguiendo una serie de ruidos sospechosos, encontraron a Kirki prendido a la yugular de Vera, una mona tití también parte del circo. Horrorizado, el señor Loff expulsó al enano del circo, y posteriormente se marcharon de Buenos Aires, dejando al pequeño hombre varado ahí, lejos de su tierra.

Su exilio comenzó en un caserón abandonado de Flores, barrio de por si grisáceo y fantasmagórico de Buenos Aires. Sus nuevos vecinos, al principio lo tomaron sólo como a un personaje pintoresco y lo bautizaron con el nombre exótico de Belek. Pero al poco tiempo, se notó la ausencia de los felinos del barrio, al encontrar sus cuerpos sin gota de sangre, comenzaron a hablar de vampiros. Algunos, aseguraron haber visto a un niño vampiro, mientras que otros, informaron que el vampiro era un enano, y además ruso, detalle que no pudo ser pasado por alto y la gente buscó protegerse llevando crucifijos y ristras de ajo, vistiendo así también sus casas para salvarse de los ataques del vampiro.


Pronto se organizaron ruedas de vecinos armados de estacas y agua bendita con intenciones de atrapar al esperpento que aterrorizaba a los buenos habitantes del barrio. Pero fueron finalmente unos muchachos quienes lograron aprisionarlo durante una partida de futbol; impresionados por aquel pequeño bulto que se acercaba a ellos escurriendo sangre por de su boca, improvisaron una red con la tela de la portería y lo llevaron a rastras hasta la iglesia, para que se decidiera ahí su destino, sin embargo, Belek cortó la red con los dientes y huyó hacia el cementerio.

Aseguran que aún vive en ese viejo panteón y sigue haciendo de las suyas. Muchos lo han visto correteando entre las tumbas, acechando a los incautos que todavía no creen en vampiros.

Con frecuencia ha dejado en el lugar el cadáver de algún animal callejero o peor aún, algún testigo al que había mordido para poder escapar.

FUENTE: http://leyendadeterror.com/

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